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Rusia utiliza la stablecoin A7A5 para evadir sanciones

En medio del endurecimiento de las sanciones occidentales, Rusia ha encontrado un nuevo aliado tecnológico en el complejo tablero financiero internacional: la criptomoneda A7A5. Se trata de una stablecoin vinculada al rublo que, desde su lanzamiento en Kirguistán a finales de 2024, ha ganado tracción como vía alternativa para realizar pagos internacionales, escapar del dólar y evadir restricciones financieras impuestas por la Unión Europea, Estados Unidos y otras potencias.

La moneda digital, cuyo nombre hace alusión a una encriptación interna de uso estatal, ha sido impulsada por el banco ruso Promsvyazbank, entidad controlada por el Kremlin y especializada en financiar al complejo militar-industrial. En tan solo seis meses, A7A5 ha alcanzado una capitalización estimada en 125.500 millones de euros, un volumen que pone en alerta a los reguladores financieros internacionales por su potencial para sortear los mecanismos de control convencionales.

A diferencia de las criptomonedas tradicionales como el bitcoin o el ethereum, las stablecoins están vinculadas a una divisa fiduciaria —en este caso, el rublo— lo que les da una apariencia de menor volatilidad. La particularidad de A7A5 radica en que ha sido diseñada no por iniciativa privada sino como parte de una estrategia gubernamental para facilitar transacciones internacionales, principalmente con países asiáticos y africanos, en un entorno donde los sistemas tradicionales como SWIFT le están vetados a Rusia.

Según expertos en geopolítica financiera, la moneda se utiliza en operaciones de comercio exterior, especialmente en la venta de energía, armas y productos agrícolas. “La A7A5 es un nuevo canal de pagos opaco para eludir la arquitectura financiera dominada por Occidente”, afirma un analista de riesgo en Londres. Su operativa, al margen del control del Fondo Monetario Internacional y otras entidades, convierte esta criptomoneda en una herramienta eficaz —y peligrosa— desde el punto de vista regulatorio.

Los países aliados de Rusia han acogido con interés esta alternativa. Se ha detectado su uso en transacciones con Irán, Venezuela, Zimbabue y algunas regiones del sudeste asiático. Para ellos, representa una forma de escapar del dólar, moneda que sigue siendo el epicentro del sistema financiero global, pero que en tiempos de sanciones, se convierte en un arma de doble filo.

La preocupación en las instituciones financieras internacionales es creciente. La UE ha comenzado a investigar los flujos vinculados a esta moneda, y en Estados Unidos se barajan sanciones secundarias para las empresas o países que la adopten. Mientras tanto, en el ecosistema cripto, A7A5 ha pasado inadvertida entre los grandes inversores tradicionales, pero su existencia ya está generando un debate: ¿podría ser este el inicio de un sistema financiero paralelo, auspiciado por gobiernos que buscan desafiar el orden establecido?

Más allá de las implicaciones políticas, el caso de A7A5 revela una nueva dimensión del uso de la tecnología blockchain: su utilización como instrumento geopolítico. No es una criptomoneda más. Es, para Rusia, una declaración de independencia financiera. Y para Occidente, un nuevo desafío que trasciende lo económico y entra de lleno en el terreno de la seguridad global.

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