La economía alemana, motor histórico de la eurozona, se encuentra estancada. Según datos preliminares del Bundesbank y el Instituto Ifo, el PIB de Alemania apenas creció un 0,1% intertrimestral en el segundo trimestre de 2025, lo que sitúa el acumulado semestral en un escueto 0,2%.

Esta débil evolución ha llevado al Consejo de Expertos Económicos del Gobierno alemán a revisar a la baja su previsión de crecimiento para el conjunto del año, del 0,8% al 0,4%. La causa principal: el deterioro de la producción industrial y el bajo dinamismo del consumo interno, a pesar de una inflación más contenida.

El ministro de Economía, Robert Habeck, ha reconocido que el país necesita “una política fiscal más proactiva” para reactivar la inversión, especialmente en infraestructura digital y transición energética. Sin embargo, las restricciones presupuestarias derivadas de la regla de deuda («Schuldenbremse») limitan el margen de maniobra del Ejecutivo de coalición.

La situación genera inquietud en Bruselas, ya que Alemania representa casi el 30% del PIB de la eurozona. Un crecimiento estructuralmente bajo amenaza con ralentizar la recuperación europea tras los shocks energéticos y geopolíticos de los últimos años.